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La leyenda del Tau y Kerana


 

En la mitología guaraní, según Narciso R. Colman (Rosicran) en su obra "Ñande Ypykuéra" ("Nuestros antepasados o Génesis de nuestra raza") Tupa es el dios supremo de los guaraníes, es el que creó la luz y el universo. 


Tupa es el dios supremo de los guaraníes, es la deidad que creó la luz, el universo y la raza Guaraní.. Su morada es Kuarahy (el sol), celebró nupcias con Arasy (madre del cielo), y elijió como morada nupcial la luna (jasy). 


Se dice que en una remota mañana Tupa y Arasy bajaron a la tierra e instalados sobre una colina de Aregua, crearon los mares y los ríos, los bosques, las estrellas y todos los seres del mundo. 


Allí Tupa creo la primera pareja humana: Sypavé y Rupavé nombres que significan "Padre de los pueblos" y "Madre de los pueblos", respectivamente. 


La pareja tuvo tres hijos varones: Tumé Arandú, Marangatú y Japeusá y un gran número de hijas, entre ellas Porâsy, madre de la hermosura, y de gran fuerza física. 


Además, creó y dejo con ellos a Angatupyry, espíritu del bien, y a Tau, espíritu del mal.


Kerana, una bella niña humana, hija de Marangatú, fue capturada por el espíritu del mal, llamado Taú. Juntos tuvieron siete hijos, que fueron malditos por la gran diosa Arasy (compañera de Tupa) y todos nacieron como monstruos horribles. 


Muchos de los nombres de aquellos viejos dioses han sido olvidados por los hombres, pero aún hoy se mantiene viva la leyenda de estos siete monstruos.



LA LEYENDA


Kerana, bella como sus tías, está en la flor de la adolescencia, sus ojos tienen el brillo del movimiento de las aguas cuando juegan con el sol. 


Sus delicadas manos existen sólo para las caricias. 


Kerana, la joven más codiciada de toda la tribu.


Todos disfrutan de los momentos en que ella se pasea por la aldea, pero aún nadie imagina la desgracia que su belleza encierra para ella y para toda la gente que está a su lado.


Desde lo más oscuro de las sombras nefastas, Tau, el espíritu del mal, observa a la niña. La observa con deseo. La observa con pasión lujuriosa. 


La observa para encontrar los puntos débiles y atacarla.

La quiere para sí y está dispuesto a todo para conseguirla.


El espíritu maligno se decide ahora a atacar. 

Para aparecer en la tierra convierte su repugnante cuerpo en el de un joven apuesto y elegante. 


Vestido como un extranjero acierta a pasar por la aldea donde Kerana duerme sus dulces sueños. 


Lleva entre sus manos un flauta mágica que hace sonar junto a la hamaca de Kerana. La niña despierta y ve al joven. Nunca antes había visto un joven tan hermoso. 


Kerana, hechizada por la música, la mirada y la sonrisa, lo escucha con placer. Más tarde el joven sigue su camino dejando extasiada a Kerana.


Pero la estrategia del espíritu maligno es observada con detenimiento por Angatupyry, el espíritu del bien. ?¡No te será fácil!? piensa para sí Angatupyry. 


La calma de otrora ya ha sido rota. Aunque en apariencias todo esté como entonces, en los cielos ha comenzado la lucha.


Tau le tiene preparadas otras trampas a la niña. 


Dos días después de su primera aparición vuelve con el sonido de su flauta mágica a despertar a Kerana. La niña ahora lo escucha embelesada. 


Ahora conversa con ella, le cuenta historias maravillosas, la enamora. Angatupyry observa las visitas de Tau que ahora se hacen diarias y decide intervenir. 


Primero siembra la duda en la niña. Le hace soñar sueños escandalosamente repugnantes. En sus pesadillas, Kerana ve como el joven apuesto y tierno se transforma en un horrible monstruo, se transforma en el mismísimo Tau. 


Pero la innata ingenuidad de Kerana la lleva a contar sus pesadillas al joven. Cuando Tau se entera de los sueños cae en la cuenta de que es acosado por Angatupyry y decide enfrentarlo. 


Como tantas otras veces, Tau y Angatupyry se han de trabar en una lucha sin tregua y eligen como escenario los grandes campos cercanos a las colinas de Areguá.


La lucha es fragorosa. Durante seis días con sus noches se han debatido los espíritus contrapuestos cruzándose en furibundos encuentros cuerpo a cuerpo. Lanzándose llamaradas de odio. 

Kerana ha dormido esos seis días completos sin levantarse ni abrir los ojos.


Tau y Angatupyry, trenzados en recio combate, continúan ahora la lucha y una vez más Angatupyry está venciendo. Tau extenuado trata de evadir las feroces embestidas del espíritu del bien. Una vez más el bien triunfará sobre el mal. 


En su lecho, Kerana comienza a tranquilizarse. Tau se va retirando de sus sueños.


Angatupyry sonríe viendo casi vencido a su eterno enemigo. Tau rueda por el campo una y otra vez tratando de esquivar los ataques de Angatupyry. 


Ya es el séptimo día de lucha y Tau se ve a merced de su enemigo, pero con el último aliento invoca al dios del valor:


-¡Pytãjovái, ayúdame a vencer!, gime desde el suelo Tau.


-¡Pytãjovái, ayúdame!, repite con desesperación viendo avanzar a Angatupyry.


De pronto, un viento de fuego frena el ataque de Angatupyry.

 

Tras las llamas se escucha la horrenda carcajada de Tau.


Pytãjovái ha escuchado los ruegos del malvado y se ha presentado en el campo de batalla con todas sus armas. Angatupyry yace moribundo. 


Tau se levanta y mira altivo con sus ojos cargados de maldad. 


Kerana despierta de pronto y sube a lo alto de un árbol desde donde escruta el horizonte. Tau, convertido nuevamente en el apuesto joven se dirige hacia ella sin oposición alguna.


Fundidos en un largo abrazo los jóvenes se saludan. Tau, desde su disfraz de ingenuo, por primera vez le habla de sus deseos más recónditos y conducido por sus propias ansias, se muestra ante ella con toda su fealdad convirtiéndose de pronto en el terrible monstruo que es.


Kerana grita y toda la tribu acude a su llamado. Tau se aferra a su presa y huye enceguecido. Nadie puede detenerlo. Lo ven alejarse llevándose consigo a la bella Kerana.


Tau conduce a la niña a su inaccesible morada y la persuade de intentar escaparse.


¡No lo intentes, morirás si pretendes irte!, le dice con su voz de trueno.


Tau, a partir de entonces sacia su sed de placer en el joven cuerpo de Kerana.


Sometida, la niña llora desconsoladamente y su llanto enfurece aún más al terrible espíritu del mal. 


¡No seré tuya jamás! grita Kerana cada vez que el monstruo la posee, pero el grito es apagado por los ensordecedores gruñidos de Tau.


La tribu le implora a Arasy que interceda para lograr el milagro de rescatar a Kerana. La indignación y el estupor han invadido a la gente que ahora pide un castigo ejemplar para el raptor desalmado. 


Arasy escucha los ruegos y maldice a Tau, lo maldice para toda la eternidad y maldice a toda su descendencia, condenándolo a procrear siete hijos, sietemesinos monstruosos y deformados que serían el origen de los mitos y leyendas guaraníes.

Siete lunas han pasado desde aquel día en que Kerana fue raptada por el malvado. 

Siete lunas han observado pálidas de espanto la desesperación de la niña. Ahora Kerana está dando a luz. 

Ella espera un niño, pero la maldición de Arasy le ha hecho engendrar un monstruo. 

Así, asediada permanentemente por Tau, Kerana, parió un hijo cada siete lunas. Todos sietemesinos. Todos fenómenos deformes. Todos malvados...


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